Todos hacen lo mejor que pueden

El artículo Kids Do Well When They Can me hizo reflexionar sobre la siguiente pregunta:

¿La mayoría de personas hacen lo mejor que pueden, y casi nadie hace cosas malas de aposta?

Aunque uno debería pensar esto, y puede que tenga algo de verdad, a mí personalmente me cuesta mucho. Desde mi privilegio veo que puedo analizar las situaciones, ser consciente de mi entorno, y desde ahí tomar la mejor decisión.

Para mí la mejor decisión no solo es la que más me convenga a mí, sino también considerando posibles afectaciones a los demás con esta decisión. Mi mejor ejemplo para esto es algo simple pero que veo con relativa frecuencia y es al conducir. Muchas veces no me hice en la fila a tiempo y por más que esto signifique que me voy a demorar 10 minutos más dando una vuelta, no me meto en la parte de adelanta de la fila sino que prefiero dar una vuelta.

Desafortunadamente muchas personas aquí en Colombia no lo ven así y siempre van a buscar meterse adelante en la fila. Muchas veces incluso lo hacen premeditadamente, sabiendo que esa es la fila y prefiriendo saltarla, sin importar que están afectando a los que sí hacen la fila y además a los que están detrás de ellos y no van a cruzar, pero sí tienen que esperar que esa persona se meta para poder avanzar.

Para mí es difícil creer que esta gente no sabe lo que hace, o que hacen lo mejor que pueden porque lo que yo percibo es que es muy evidente que no es así. Pero en otros casos me he dado cuenta que personas muy cercanas hacen este tipo de cosas sin realmente darse cuenta de lo que están haciendo, básicamente sin pensarlo y mucho menos analizar sus consecuencias.

Al final veo un poco eso, que las personas están haciendo lo que creen que es correcto y lo que pueden hacer ahí en el momento. Por más que me cueste, creo que interiorizar y creer esto me ayudaría mucho en mi vida. Una de las fuentes de frustración más grande que tengo es eso: el comportamiento de los demás.

He intentado diferentes cosas para lidiar con esto, ideas como estar pensando y saber que va a pasar, entonces si es algo esperado, algo que estoy seguro que va a pasar, ¿por qué habría de molestarme?

También he probado la idea budista de ser como una hoja que flota en el río, hay piedras y hay otras cosas al rededor, pero no deben afectar, simplemente fluyen y uno solo reacciona a lo que tiene que ver con uno directamente, mientras deja que lo demás pase a un lado.

Otra que he intentado es pensar que los demás no van a pensar como yo, así como no me frustro cuando cae un aguacero y daña mis planes de salir en bicicleta, no debería frustrarme cuando los demás no se comportan como yo quisiera. Pero ahí es donde está el gran problema: no puedo dejar de pensar que todos somos seres racionales y que pensaría que hacemos las cosas que a mi modo de ver son las obvias si uno tiene inteligencia.

Y sé que ahí está mi problema, no todos fuimos criados iguales, no todos tuvimos el privilegio que he tenido yo. Algunos han crecido en una situación mucho más difícil y siempre han vivido en modo supervivencia: velar solo por sí mismos y tomar las decisiones que sean mejores para sí, sin importar los demás.

Por eso sé que no debería juzgar a todo el mundo y mucho menos vivir frustrado por el comportamiento de los demás. No sé cómo crecieron, no sé cómo fue su vida, pero sí puedo agradecer por cómo ha sido la mía y por ser como soy. Puedo seguir trabajando en mí y evaluando mis decisiones, cumpliendo con la responsabilidad de hacer las cosas bien, una responsabilidad que siento al haber nacido y crecido con tanto privilegio.

Ha sido todo un proceso pero poco a poco espero lograr dejar esa frustración a un lado y ser más empático, entendiendo que no todos ven las cosas como yo las veo porque no todos desarrollaron el mismo lente.

Como dice el artículo de Daily Dad, esto es especialmente importante tenerlo en cuenta con los niños y adolescentes. Ellos hacen lo que pueden con lo que tienen y muchas veces lo que tienen son problemas que nadie se ha dado cuenta. Traumas por alguna experiencia que vivieron, quieren llamar la atención porque sus padres no les pueden dedicar suficiente tiempo porque están entregados a sus trabajos para darle más oportunidades a sus hijos y muchas otras razones que pueden estar causando esto.

Para mí es más fácil entender que lo haga un niño, pero también sé que hay parte de esos niños en todos nosotros sin importar la edad. Todos tenemos traumas, todos tenemos dolores, todos hemos tenido influencias que, probablemente desde el amor, nos enseñaron cosas que hoy en día no son útiles para nuestras vidas pero tampoco conocemos otras formas de hacerlo.

Si alguien como yo, desde un privilegio en una sociedad donde somos una pequeña minoría, en terapia ha logrado encontrar tantas cosas que no sabía que estaban ahí afectado mi vida, no me puedo imaginar la cantidad de cosas que guardan la mayoría de personas con las que me encuentro en el día a día. Probablemente sin siquiera imaginarse y sin tener el tiempo de ponerse a analizar que están guardando algo. Mucho menos de ir a sesiones semanales de terapia para encontrar y sanar todo esto.

Así que además de reflexionar sobre esa intolerancia que me genera frustración en interacciones con los demás, solo puedo agradecer por como crecí, por las oportunidades que he tenido, por quien soy y por quien me he vuelto. Por el trabajo que he hecho en mí, por la ayuda que he tenido para hacerlo, y por el trabajo que sigo haciendo.

Y si tienen la oportunidad de hacerlo, la terapia es algo maravilloso y la recomiendo demasiado. Aquí les dejo también este podcast para que escuchen: Sin miedo a la terapia.